Avanzar
- Delia Morales Ortega
- 26 jun 2019
- 2 Min. de lectura

Con la misma ilusión que un niño cuando le regalan un globo y quiere llevarlo consigo todo el tiempo acogemos los proyectos y las nuevas experiencias que la vida nos plantea y con ellos pretendemos avanzar.
Al comienzo estos son ligeros y fáciles de llevar por lo que ayudan a que nuestro camino sea cómodo e incluso a veces nos hacen levantar los pies del suelo pareciendo que flotamos porque las ganas que ponemos en ellos son tan fuertes que hay momentos en los que no sabemos si vamos caminando o volando por lo rápido que se nos pasa el tiempo.
Sin embargo, a diferencia del niño, quien tiene más que suficiente con sus globos por lo que camina mirando hacia arriba para admirarlos con felicidad y no necesita acarrear con nada más, nosotros nos empeñamos en cargar además con preocupaciones e ideas limitantes que son como piedras en nuestros bolsillos, las cuales nos frenan y nos impiden continuar.
Por lo tanto llega un momento en que el peso de las piedras es más fuerte que la cantidad de globos que sostenemos y así por muy coloridos y alegres que sean estos somos incapaces de levantar la mirada para contemplarlos con el interés y la ilusión que pusimos en ellos al principio.
De tal manera que a duras penas tratamos de avanzar sin darnos cuenta de que solamente tenemos que soltar las piedras, desprendernos de todo lo que nos limita, y así cargando con nuestros globos, como si fuéramos niños inocentes, vamos a recorrer nuestro camino con mucha más agilidad.
Lo cual no quiere decir que no debamos considerar ciertos aspectos de la realidad y ser conscientes de nuestras circunstancias para mantener los pies en el suelo y conocer bien el camino por el que avanzamos pero siempre sin dejar de alzar la mirada para motivarnos y tener muy presentes las razones por las que sentimos que volamos.
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