Identidad
- Delia Morales Ortega
- 22 may 2016
- 2 Min. de lectura

Definir quiénes somos parece ser algo simple y sencillo ya que nadie nos conoce mejor que nosotros mismos y por lo tanto no deberíamos tener problema en describir nuestra persona.
Todos poseemos nuestras particulares características físicas y personales que nos distinguen y que se esconden detrás de nuestro nombre. El cual, si bien nos representa, poco viene a decir sobre quién y cómo realmente somos.
Dentro de estas características están nuestras fortalezas y debilidades, lo que nos agrada y lo que nos disgusta, nuestros aprendizajes y fracasos, nuestras metas y nuestros miedos, y un sinfín de cosas más que a veces se nos escapan por no dedicar más tiempo a seguir descubriéndonos.
Creemos saber conocernos pero lo cierto es que a la hora de la verdad nos supone un esfuerzo encontrar las palabras que mejor nos definen, con las que nos sentimos identificados y que mejor expresan lo que queremos transmitir.
Pero nuestra identidad no solo se compone de lo que creemos saber que somos, ya que además está integrada por los conceptos y opiniones que otros crean de nosotros en base a sus impresiones, las cuales puede coincidir con las nuestras o por el contrario ser totalmente diferentes y contrarias.
Si bien es cierto que la opinión y la impresión que causamos en los demás es algo que nos preocupa, en ocasiones incluso demasiado, realmente no le damos el enfoque o la importancia que deberíamos para que esta imagen que transmitimos y otros perciben sea adecuada y acorde a nuestra identidad.
Porque lo que fuimos ayer no es lo mismo que lo que somos hoy, ni será igual a lo que seremos mañana, pues al igual que nuestras circunstancias nosotros también cambiamos para adaptarnos a las mismas, lo cual no significa que perdamos nuestra identidad sino que la misma se va forjando en base a lo que vamos experimentando.
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