Reconsiderar

Estar convencidos de algo o tener motivos para pensar de una determinada manera no significa que tengamos la razón y estemos en lo cierto pues sabemos que todo es muy subjetivo aunque a veces nos cueste reconocerlo.

Nuestras circunstancias o experiencias pueden haber forjado un conjunto de ideales en los que creemos firmemente y por tanto consideramos como verdaderos, si bien debemos ser conscientes que los mismos no son universales ya que dependen de nuestras particularidades.

Por otro lado, estos ideales pueden haber sido adoptados o adquiridos de esas personas que forman parte de nuestro entorno y consciente o inconscientemente nos transmiten sus pareceres, pero el hecho de que el emisor de estas ideas nos parezca acertado, no justifica que las mismas lo sean.

Esto implica asumir que no tienen que ser adecuadas para todos ni aceptadas totalmente, por lo que cada cual puede hacer la interpretación de las mismas que le interese y adoptar la parte que le parezca más conveniente para sí mismo.

Además esto requiere que seamos capaces de cambiar de parecer si las circunstancias cambian o si alguien nos puede hacer ver que las cosas son un tanto diferentes a como nosotros las percibimos, es decir debemos estar dispuestos modificar y adaptar nuestras creencias si encontramos los motivos que nos convencen de ello.

Lo normal, o en todo caso lo ideal, es tener unas ideas basadas en unos fundamentos lógicos y razonables pero que admiten su reconsideración para una posible adaptación, lo cual no supone que no sean válidas.

En definitiva, todos tenemos nuestros ideales que pueden y deben ir cambiando en tanto que todo a nuestro alrededor también cambia, de manera que nuestras ideas deben ser firmes pero no fijas sino flexibles y receptivas a todo aquello que las pueda mejorar.