¿Simple o complejo?

Todas y cada una de las situaciones que se nos plantean tienen dos puntos de vista. Uno que hace que todo parezca fácil, simple o sencillo y otro que por el contrario se nos presenta difícil, complejo o complicado.

No hay nada que sea única y exclusivamente de una o de la otra manera pues ambas interpretaciones se pueden realizar, incluso de forma simultánea, para todo cuanto nos toca vivir al igual que cuando observamos una moneda, dependiendo del lado del que la miremos, veremos la cara o veremos la cruz.

Por lo tanto la simplicidad o complejidad de algo va a depender de factores como la perspectiva desde la cual visualicemos la situación en cuestión ya que alejarnos un poco del foco y tomar cierta distancia para ampliar nuestro campo de visión puede mostrarnos una realidad muy distinta a la que teníamos de cerca.

La actitud es otro factor determinante ya que muchas veces pensamos que algo puede ser más complicado de lo que realmente es, esto nos paraliza para abordar el tema que resulta ser mucho más accesible una vez que decidimos intentarlo y conseguimos realizarlo.

En todo esto ejerce una gran influencia nuestro subconsciente que según sus ponderaciones condiciona nuestras opiniones, de forma que puede hacer que algo generalmente sencillo nos parezca todo lo contrario.

Y aunque resulte contradictorio suele suceder que nos resulta más fácil encontrar o reconocer el lado complicado de las cosas que aquel que brilla por su simplicidad, ya que este último nos puede parecer sospechoso de manera que si a priori algo no parece tener complicación nosotros mismos nos encargamos de su aparición.

En definitiva, si todo es simple y complejo a la vez, lo único que depende de nosotros es la proporción de cada uno de estos aspectos sobre el hecho planteado pues sabemos que la práctica y la experiencia terminan por hacer sencillo lo que en un principio nos parecía complicado.