El motivo
- Delia Morales Ortega
- 17 abr 2016
- 2 Min. de lectura

Para todo hay una causa o una razón que nos lleva a actuar, decidir, empezar o terminar algo, la cual puedes ser intrínseca o extrínseca, aunque sea cual sea su procedencia lo más importante es que sepamos enfocarla de la mejor manera.
Muchas veces somos conscientes de qué es eso que nos motiva y nos anima a emprender, digamos que la inspiración nos llega como hojas que caen de los árboles, de repente sin esperarlo y recibimos esa fuerza que nos empuja y que nos mueve.
Pero otras muchas nos cuesta encontrar el porqué de lo que hacemos, el justificante que nos convence de que nuestras acciones tienen sentido y significado. Puede ser que el mismo simplemente esté escondido o camuflado entre nuestras ideas y pareceres, y por ello tardamos en identificarlo.
Una vez que lo hemos identificado es fundamental saber cómo canalizar eso que surge dentro de nosotros y queremos exteriorizar por lo que tenemos que intentar darle el mejor enfoque que nos permita satisfacer esa necesidad.
Y si los puntos anteriores no son tarea fácil, menos aún lo va a ser el mantenerlo vivo y activo de forma que nos haga sentir que vale la pena seguir esforzándonos y emplear nuestro tiempo en eso a lo que se lo dedicamos. Ya que si el motivo que nos anima deja de hacerlo, resulta casi imposible continuar con la acción que se alimentaba del mismo.
Pues al igual que un árbol que crece de una semillas, de nuestro motivo puede crecer un objetivo que con dedicación y cuidados nos puede dar muchos más frutos de los esperados.
Aunque suele suceder que aun cuando el motivo es fuerte y resistente como un árbol robusto, si nos descuidamos en atenderlo y mantenerlo se irá debilitando y a nosotros las razones faltando.
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