Contracorriente
- Delia Morales Ortega
- 31 ene 2016
- 2 Min. de lectura

Hay momentos en la vida en los que sin saber cómo ni cuándo nos perdemos y las señales que hasta ahora nos marcaban el camino de forma directa y segura ya no nos parecen tan fiables o simplemente ya no queremos obedecerlas.
Entonces decidimos cambiar el rumbo e ir a contracorriente, nos negamos a seguir la dirección que se nos indica y ponemos todo nuestro empeño en resistir la fuerza que pretende guiarnos en un determinado sentido.
Se trata de una muestra de rebeldía que se despierta en nosotros cuando estamos cansados de dejarnos llevar y necesitamos encontrar eso que desde hace tanto tiempo estamos buscando.
Caemos en la falsa creencia de que caminar en sentido contrario al que habíamos seguido hasta el momento nos va a conducir a lugares más convenientes o favorables y así comenzamos un intenso ascenso a través de una pendiente que nos empuja a descender.
Esta actitud más que ayudarnos a crear nuestro propio camino nos impide ver y considerar las distintas bifurcaciones que la vida nos ofrece a su paso y en las que podemos encontrar la mejor alternativa para llegar al destino que necesitamos.
Como si fuésemos una roca pesada que se ancla en el fondo de un río y parece que nada puede moverla, aunque por más que nos resistamos, llega un momento en el que la intensidad de la corriente es tan fuerte que termina por arrastrarnos y hacernos ver de forma brusca el curso que las cosas deben seguir.
En cambio, si somos receptivos y estamos dispuestos a descubrir lo que esta nos puede mostrar seremos como las hojas que flotan ligeramente y así el trato que vamos a recibir será más delicado y sutil para dejarnos navegar siguiendo el trayecto que nos lleve a desembocar en el mar que nos corresponde.
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