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Eligiendo actitud

  • Foto del escritor: Delia Morales Ortega
    Delia Morales Ortega
  • 13 dic 2015
  • 2 Min. de lectura


Cuando tenemos que elegir entre dos alternativas, la probabilidad de acertar o equivocarnos en nuestra elección va a depender más de la actitud que mostramos una vez tomada la decisión que de las ponderaciones realizadas en el momento previo.


Entonces realizamos un análisis para evaluar ambas opciones y determinar cuál de las dos nos interesa o beneficia más, y así podemos llegar a la conclusión de que A parece ser más ventajosa que B o a la inversa.


En realidad hasta que la decisión no esté tomada y la experimentemos no vamos a saber si era o no la mejor, pues, es cuando empezamos a vivirla cuando realmente descubrimos las consecuencias que traía consigo.


Y al haberla elegido por prevalecer ante la otra, tratamos de convencernos de su superioridad e intentamos justificar sus resultados, aun cuando algunas veces estos no son lo que esperábamos o como lo esperábamos y a pesar de esto tenemos que ser consecuentes con nuestra decisión.


Por ello, no tendríamos que esforzarnos para conseguir encontrar aquellas razones que nos llevaron a elegirla, las mismas deberían ser inherentes, por lo que si no es así debemos considerar que solo depende de nosotros y de la actitud que adoptemos, que eso que hemos elegido sea en definitiva lo mejor.


Nunca sabremos si la otra opción era realmente peor o por el contrario hubiera sido la correcta, así que eso no debe importarnos demasiado pues es algo que solo podemos especular.


Por lo tanto, a la hora de elegir vamos a decidirnos por aquello en lo vayamos a poner nuestra mejor actitud, aquello por lo que estemos dispuestos a dar todo de nosotros y así obtendremos no solo las ventajas que nos hicieron elegir esa opción, sino también muchas otras que no esperábamos.

 
 
 

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