Brújula interior

Todos tenemos una brújula interior que nos orienta cada vez que lo necesitamos.

Es algo que nos indica la dirección a seguir cuando nos encontramos perdidos, la cual casi siempre suele tener la misma orientación pues se rige por nuestras experiencias, aprendizajes y valores.

En ocasiones nuestra brújula se atreve a indicarnos una orientación nueva para invitarnos a descubrir algo distinto, algo a lo que no estamos acostumbrados y por ello sentimos miedo, dudas e inseguridad, lo cual nos lleva a desconfiar de sus indicaciones y en definitiva a desconfiar de nosotros mismos.

A menudo la dirección a seguir es clara y no hay nada que nos haga titubear a la hora de saber hacia dónde vamos. Aunque quizás sea porque simplemente nos estamos dejando llevar por los hábitos y la costumbre para transitar por caminos conocidos.

Pero otras muchas veces no somos capaces de ver con claridad para poder reconocer los senderos por los que se nos invita a continuar, bien porque son desconocidos y arriesgados para nosotros, o bien porque somos nosotros mismos quienes tenemos que construirlos.

Entonces pensamos que nuestra brújula se ha averiado y nos cuesta reconocer que quizá esta vez la dirección que debamos seguir sea diferente a las anteriores o que simplemente nos esté mostrando las diferentes alternativas para ampliar nuestro campo de elección.

Y es que cuando se trata de elegir solemos recurrir a lo conocido, a lo que es usual y tratamos de evitar todo lo que suponga atreverse justificándonos en un sinfín de “Y si …” que nunca sabremos si son reales hasta que nos atrevamos a aventurarnos.

Porque a pesar de ser conscientes de ello no va a resultar fácil convencer a nuestro acostumbrado lado racional de que esta vez toca arriesgar.