Saborear la vida
- Delia Morales Ortega
- 25 oct 2015
- 2 Min. de lectura

La vida tiene muchos sabores, los más comunes son el dulce, el salado y el amargo, lo cuales se pueden encontrar en las cosas más cotidianas. Pero también existe una infinita variedad de sabores que solo se conocen si nos atrevemos a experimentar situaciones nuevas y diferentes.
La mayoría de nuestros días parecen no tener sabor porque el hábito de la rutina los hace insípidos y a menudo necesitamos que pase algo extraordinario para sentir que fueron especiales y conservar algún recuerdo de los mismos.
Pero si lo consideramos mejor, cada día es una oportunidad para innovar y experimentar, haciendo que se convierta en algo único, como si se tratase de un plato base al que podemos añadir todos los ingredientes y condimentos que queramos para darle un sabor nuevo y sorprendente.
Hay situaciones que no tienen un buen gusto, pero todo se puede aliñar y con un poco de práctica podemos modificar los sabores para hacer que estas sepan un poquito mejor. Por otro lado hay momentos que nos dejan un buen sabor de boca, y son estos los que debemos degustar y saborear con intensidad.
Los sabores más exquisitos no siempre son los más caros o difíciles de conseguir. Muchas veces los encontramos en aquellas cosas que a pesar de ser simples nos hacen sentir realmente bien, y por ello debemos aprender a saborearlos.
Cada cual tiene sus preferencias, y mientras algunos son más tradicionales y se conforman con los sabores de siempre, pues esto les da seguridad y estabilidad, otros se sienten atraídos por los sabores desconocidos, disfrutan de la combinación de los mismos y continuamente necesitan probar cosas nuevas.
Al final lo más importante, tanto para unos como para otros, es saber disfrutar y apreciar las sensaciones saboreadas porque si nos lo proponemos podemos encontrar nuestros sabores favoritos en cualquier cosa que hagamos.
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