Con los ojos abiertos
- Delia Morales Ortega
- 6 sept 2015
- 2 Min. de lectura

Para observar, para captar los pequeños detalles que pasan desapercibidos ante nosotros porque el ritmo de vida que llevamos es como las nubes que tapan el sol aunque este brille con toda intensidad.
Hay tantas cosas para ser descubiertas mientras nosotros ponemos nuestra atención solamente en aquello que nos interesa. Y así, nos perdemos cosas importantes que nos pueden aportar mucho, las cuales no se ven a simple vista, sino que se encuentran camufladas y relegadas por tantas otras cosas superficiales.
Porque mirar no implica ver, ni ver es lo mismo que observar. Esto último requiere una mayor concentración, centrar nuestra atención para no perder detalle alguno, para captar hasta lo más insignificante, encontrando así cosas impresionantes.
Pero además, debernos abrir bien los ojos para ver aquello que no queremos ver, también aquello que no buscamos, para dejarnos sorprender por lo inesperado, lo cual nos resulta más interesante que aquello que deseamos encontrar.
Como cuando hacemos un viaje y durante el trayecto simplemente posamos nuestra mirada en el cristal para percibir todo cuanto alcance nuestra vista. Si conocemos el camino, podremos adivinar algunas de las cosas que vamos a visualizar, y a pesar de esto habrá otras muchas nuevas e inesperadas, más aun si el trayecto es totalmente desconocido y sin saber ni esperar nada disfrutamos del paisaje y todo cuanto lo compone.
Debemos quitarnos la venda que nos ciega, que nos impide ver más allá de lo evidente y ponernos las gafas que amplían nuestra visión y que la enriquecen con nuevos colores, paisajes, personas, gestos, situaciones, …
Y es que nuestros ojos están ansiosos por descubrir, encontrar y conocer todo aquello que estemos dispuestos a mostrarles.
Commentaires