Corazón y Razón
- Delia Morales Ortega
- 8 jun 2015
- 2 Min. de lectura

Dos partes de nuestro ser bien distintas y separadas, no sólo físicamente.
Son muchas las veces que el corazón y la razón nos señalan direcciones distintas e incluso opuestas, y entonces, ¿a quién escuchamos y obedecemos?
¿Debemos hacer aquello que parece lógico y los demás nos recomiendan desde un punto de vista racional, o es más acertado seguir a nuestro corazón y escuchar esa voz interior que nos pide que nos atrevamos a hacer algo inesperado, nuevo e incluso puede que arriesgado?
Sin darnos cuenta, situamos en el plano de las decisiones dos puntos contrarios, donde elegir uno supone implícitamente renunciar al otro. Pero no todo es blanco o negro, es sí o no, es ahora o nunca…
Sentir y pensar, dos acciones innatas e inconscientes que nadie nos enseña a manejar, simplemente están en nosotros, ejerciendo una poderosa influencia en nuestra vida, en nuestra calidad de vida. Y, sin embargo, no les damos la importancia que se merecen, quizás porque nadie nos dijo que si no controlamos nuestros pensamientos, ellos controlarán nuestros sentimientos.
Y es que estos dos elementos están interconectados de tal forma que todo lo que pienso, consciente e inconscientemente, afecta a cómo me siento, a la vez que mi estado de ánimo, es decir, cómo me siento, afecta a mis pensamientos, a la calidad de los mismos.
Si solo pensamos, e ignoramos nuestros sentimientos, experimentamos la frustración que supone el que las cosas no sean como deben ser. Esto es algo muy común, en nuestra mente visualizamos la situación ideal, el resultado perfecto y creamos una falsa imagen de las circunstancias que nos provocan un estado de felicidad, que pronto desparece cuando la realidad se muestra bien distinta.
Si solo sentimos, y no pensamos en las consecuencias de dejarnos llevar, sin considerar los futuros efectos de nuestras acciones, cometeremos los mismos errores una y otra vez sin entender por qué las cosas no son como queremos.
En definitiva la solución está en aprender a usar los beneficios de ambos para conseguir que el efecto que causan en nuestra vida sea el más acertado posible.
Por eso, yo me decanto por encontrar el equilibrio, conectando esos dos puntos opuestos, buscando sus similitudes y creando un nuevo punto de certeza, seguridad y confianza.
Yo decido sentir los pensamientos y pensar los sentimientos.
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